El Camino del Aprendizaje

El Camino del Aprendizaje
Entender, comprender y finalmente aprender. No soy el único ser humano en la tierra que se ha obsesionado con aprender e intentar ser experto en algo; tengo en mi círculo expertos en el piano, el fútbol, los lego o las cartas de pokemón. Yo mismo, en algún momento habré tenido el impulso de entender las motos, comprender lenguaje C++ o aprender a tocar la guitarra—todos rotundos fracasos, hasta el día de hoy—.
Si algo tengo claro es que, sea por gusto o necesidad, aprender nos da motivo a levantarnos de la cama, explorar el mundo y mejorar como personas. En mi caso, este despertar se dio gracias a unos resortes que se salieron: las olimpiadas de ciencias.
Mi debut en este sendero paralelo a la academia tradicional se efectuó con la Olimpiada de Astronomía. En ese momento no contaba con la más remota idea de lo que podían ser la ley de Rayleigh-Jeans, una matriz de coordenadas esféricas, o la todopoderosa escala de placa de una CCD—esto último sigo sin tenerlo claro—. No iba con la intención de competir, iba con la intención de entender ese documental de Carl Sagan que había visto con mi papá la semana anterior.
Enmarcar esto se me hace muchísimo más importante que ordenar mis medallas como si esto fuese una hoja de vida; ver logros ordenados es imponente, sí, pero todos partimos de una base; no fui un súper genio, simplemente me obsesioné, y después de más de 1 año inmerso en las estrellas logré representar a mi país en la Olimpiada Internacional de Astronomía, desarrollada en Brasil.
Antes de llegar a colgarme la bandera de mi país en el hombro, tuve que recorrer un camino sobre el cual entendí que, si quiero ser un buen científico, debo comprender el mundo como un todo; no hablo de despejar ecuaciones, sino de entender que precisamente estas en química no son suficientes, tampoco las leyes de física. Ni siquiera el lenguaje solo es suficiente. Este ideal del conocimiento holístico me llevó a querer abarcar más campos, y el hambre de saber me condujo a finales nacionales de física, química, matemáticas, astronomía, incluso lingüística.
No cabe duda que estas simples estancias me hicieron crecer como persona: asistí a entrenamientos donde se nos impartían conocimientos de nivel universitario; abrí diversas perspectivas de cómo leer, formular, proponer o resolver un problema a partir de roces con mis compañeros; conocí amigos para toda la vida y genios generacionales, que no dudo en unos años serán nombres enmarcables—entre estos claramente se ubica Camila, intelectual que me abrió este espacio :)
Las 3 veces que salí y volví de Colombia, el cuento a echar era la farándula de viajar al exterior; claro que me encantó visitar "El Corcovado", tomarme la Caipirinha frente a Copacabana, visitar la cordillera de Talamanca, y no cambiaría nada por volver a bailar salsa y Хорото con mis amigos filipinos y búlgaros. Sin embargo, terminando este recorrido lleno de pruebas, intercambios culturales y conexiones humanas creadas, aprendí que por fuera del aula en la que comenzó y se mantiene todo, un mundo entero me estaba esperando.
El cosmos, nosotros, esperamos ser investigados. Nuestras herramientas son el método científico, hace años la simple razón o hace siglos la natural empeiría. Toda ciencia nace de que un curioso como tú, como yo o como cualquiera, se aventure a entender, comprender, aprender, e incluso enseñar acerca del mundo que nos rodea.